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Diario YA


 

El camino todavía es muy largo

O reestructuramos el PP o cuatro años más de socialismo

Miguel Massanet Bosch

Yo no sé lo que pensarán ustedes del resultado del Debate de la Nación, pero, por lo que he podido leer en la poca prensa fiable con la que contamos en nuestro país y en una encuesta del CIS (que tampoco es fiable debido a su policitación), no parece que las intervenciones los dos jefes de filas de los partidos con más implantación en España, hayan convencido a casi nadie y son, todavía, menos los ciudadanos que, como consecuencia de sus respectivas intervenciones, hayan recobrado la confianza en quienes tienen en sus manos la gobernanza de la nación y en aquellos otros que, en teoría, debieran de estar a la altura que requiere la situación actual del país, para hacerse cargo de las riendas del gobierno, dispuestos a enderezar el rumbo que le imprimieron los del  PSOE que, como es notorio y palpable, no ha conseguido otro efecto que arrastrarnos, inexorablemente, hacia la catástrofe económica, social y ética;  en sólo seis años de gobierno; en los que han preferido anteponer a los intereses generales de España y de los españoles, sus insidiosas maquinaciones y turbios manejos destinados a desmontar de cuajo lo que han venido siendo nuestras más profundas raíces sociales; nuestro sistema de Administración de Justicia; los fundamentos cristianos que heredamos de nuestros mayores y los pilares mismos de nuestra cultura, heredada de nuestra civilización de origen romano.

El hecho de que, desde el CIS, se de a Zapatero como vencedor del Debate de la Nación, con seis puntos de ventaja; cuando su intervención fue un rosario de engaños, mentiras, falsas promesas y  resultados amañados; es suficiente para que, aún sabiendo que el debate, en realidad, estuvo igualado, que el CIS barre para casa y que la maquinaria de propaganda del PSOE, debemos reconocerlo, es cien veces más eficaz que la del PP.; no podemos dejar de admitir, sin ambages, que gran parte de la ciudadanía, al menos en el sector liberal y de derechas, esperaban una actuación del señor Rajoy,  más mordaz, incisiva, amplia, exhaustiva y completa, que abarcara una extensa exposición del programa del PP para darle respuesta a esta difícil situación en la que nos encontramos. Una réplica a la falta de concreción, utilizada aposta por el señor ZP que, a falta de resultados buenos que exhibir se refugia en lo general,  en futuras mejoras, en ilusorios sueños de pronta recuperación y en ataques a la oposición – intentando y consiguiendo sembrar, en el pueblo, un sentimiento de desconfianza respecto a las posibilidades de que, el PP, pudiera desarrollar otro tipo de política mejor que la que llevan a cabo los del PSOE., con posibilidades de éxito –. Queda una dura etapa por recorrer hasta que, España, pueda respirar tranquila. Hay que rebajar, como sea, el 20% de desocupados que tanto lastran el gasto público; debe conseguirse motivar la productividad en nuestras industrias y ayudarlas a ser competitiva con respecto a la competencia europea; el sector público debe recortar gastos , incluso dentro de la propia Administración; debe reducirse el déficit público y reducir nuestra deuda externa, aplicando medidas de sobriedad, especialmente en nuestras CC.AA, cuyos gastos están disparados de modo que resultan insostenibles. El hecho cierto es que Rajoy no llenó el hueco que le separa de los votantes habituales del PP, cuando no se atrevió a utilizar la apisonadora de que disponía, con argumentos letales contra el gobierno de ZP y se limitó a hacerle cosquillas, exhibiendo un pisapapeles de despacho. Lo cierto es que Rajoy  presentó, más bien, una imagen defensiva, demasiado condescendiente y, por supuesto, sin el ímpetu avasallador que requería la situación actual de España. Y es que, el líder del PP parecía tenerle pánico a hablar de temas sustanciales que vienen lastrando a nuestro país. Dio la impresión de tener alergia política a pillarse los dedos y por ello, y porque tiene a un sociólogo, el señor Pedro Arriola que, quizá en tiempos de Aznar pudiera ser útil, pero que,  actualmente, está desacreditado después de fallar, en dos elecciones consecutivas, en las que Rajoy no consiguió hacerse con el poder.

El señor Rajoy, lo he mencionado repetidamente en mis artículos, era un buen ministro de Interior y, seguramente, podría ser un buen vicepresidente de la nación, pero es demasiado lento en reaccionar; hábil y convincente en el discurso, cuando lo lleva preparado, pero carece de agilidad dialéctica cuando se trata de entrar en el cara a cara en debate parlamentario (algo en lo que, ZP, con menos inteligencia quizá, pero con más cara dura y eficacia dialéctica, domina a la perfección). Rajoy debe escuchar con machacona insistencia, como, desde el Gobierno, se le objeta que carece de un plan de gobierno concreto, que no se define, que no entra a matar porque no dispone de espada con la que hacerlo etc. Hay temas que no quiere verse obligado a defender desde su estrado, porque sabe que pueden resultar poco populares en determinados ámbitos de la ciudadanía y teme que, si insiste en ellos, si se compromete demasiado en su defensa o ataque, pueden costarle votos a la hora de los comicios. Tiene un concepto falso, y se lo hemos repetido mil veces, de sus posibilidades reales en Catalunya donde, por mucho que la señora Alicia Camacho le quiera infundir confianza y le augure una buena cosecha de votos en las elecciones autonómicas; la realidad es que, el PP, en esta autonomía, si tiene algunos simpatizantes y le restan afiliados se debe, exclusivamente, a los nostálgicos de lo que fue en otro tiempo el partido de Fraga o el del señor Aznar. Incluso, entre estos, los habrá que descontentos con Rajoy  por su tibieza en el tema de la unidad de España; su inhibición manifiesta en la defensa del castellano, como idioma preferente en el que ser educado en toda España; su tibieza y evidente indefinición sobre el tema de los gays y los matrimonios homosexuales y su evidente frialdad ante la  sentencia del TC, cuando elementos del fuste del señor Alejo Vidal Cuadras, ha tenido la valentía de considerar al Estatut, tal y como ha quedado después de la sentencia del TC, como un claro semilleros de conflictos, un elemento de distorsión dentro de España y una quiebra de la unidad de la nación, que da paso a un federalismo asimétrico que, de ninguna manera, se contemplaba en la Carta Magna.

Si a estas alturas de la legislatura, el señor Rajoy y  ZP comparten valoración, la estimación que podemos hacer de esta circunstancia es que, el actual líder del PP es muy probable que, dentro de año y medio, cuando se celebren los comicios para una nueva legislatura, si el país, no por los méritos de ZP, sino por el efecto de la posible recuperación que nos pueda venir desde fuera de España, ha iniciado una leve recuperación; podríamos afirmar que, el PSOE, tendría bastantes opciones de salir reelegido. El PP quiso cambiar la estructura de su Dirección, en lugar de cambiar de candidato. De la política de “crispación” quiso pasar a la de “contemporización”.El experimento ha fracasado y el señor Rajoy ha quedado descolocado, desaparecido y parece que, sumido en importantes reflexiones metafísicas. Esperemos que le sirvan para tomar la mejor decisión: ¡dimita y convoque elecciones en el partido! Éste, con un nuevo candidato que no esté contaminado por los casos de corrupción; que no tenga compromisos con sus barones y que tenga libertad para lanzarse al gaznate de ZP, sin duda, infundiría nuevas esperanzas en sus votantes, captaría nuevo votos de los desengañados de esta podredumbre que ensombrece a los otros partidos, y sin duda, conseguiría que la diferencia actual respecto al PSOE se mantuviera o incrementara. Un proceso electoral democratizado elevaría sin duda el prestigio de la formación; daría sensación de seriedad a la elección y sería un respaldo para la imagen de España ante la UE que, sin duda, recobraría la confianza actualmente puesta en cuarentena