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Pan partido para los demás

Manuel Bru. 11 de junio. Recuerda en su carta pastoral para este día del Corpus Christi monseñor Bernardo Álvarez, obispo nivariense, estas palabras del Papa Benedicto XVI: “la Eucaristía impulsa a todo el que cree en Cristo a hacerse pan partido para los demás y, por tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno”. Y dice don Bernardo: “Esto significa que, para un cristiano, todo lo que el es, todo lo que sabe, todo lo que tiene, todo lo que puede,… no es -no debe ser- únicamente suyo, ni usarlo sólo para su propio provecho o beneficio, sino que, a ejemplo de Cristo, convierte su existencia en alimento para la vida del mundo”. Y esto lo viven el cristiano en su familia, “donde los más sanos y fuertes cuidan de los más débiles, donde los que más tienen ayudan a los que tienen menos”. Pero además, al cristiano, “se le ensancha el corazón hasta el punto de poder querer a todos, incluso a los lejanos, a los que no conocemos (…) especialmente a los que viven en la tribulación, en las necesidades, en la marginación y la soledad”. Por eso, en la Fiesta del Corpus Christi, “junto al amor que mostramos a Cristo con las celebraciones litúrgicas, los cantos, las alfombras y adornos en las calles, debemos honrarle, también y más especialmente, sirviendo a nuestros hermanos más pobres y necesitados, puesto que éste es el culto que más agrada a Dios”.

Pero, ¿hasta dónde alcanza este servicio? Monseñor Bernardo Álvarez responde: “Sin minusvalorar la importancia de la limosna, hemos de ir más allá. La situación de injusticia en el mundo, en la que se ven envueltos miles de millones de personas no se podrá superar con parches o soluciones de emergencia (…) No estamos en una simple situación coyuntural, como si fuera una tormenta de verano, que rápidamente pasará y que, en poco tiempo, volveremos a estar como antes. Ese antes que nos parecía tan bueno, no podemos olvidarlo, mantenía a un 20% de la población española bajo el umbral de la pobreza. Esa cifra, a nivel mundial, casi se multiplica por cuatro (…) Ciertamente los economistas y los expertos en cuestiones de desarrollo sostenible deben trabajar a fondo y proponer soluciones a gran escala, máxime cuando vivimos en un mundo globalizado. Pero, al mismo tiempo, cada uno de nosotros necesitamos llevar a cabo un cambio profundo en nuestras actitudes (…) Es necesario vivir una vida más sobria y austera, sencillamente para que no vivan en la miseria y mueran de hambre millones de personas, hermanos nuestros”. Y es que -digo yo-, pocos lo saben, pero la solución a la crisis económica esta en la eucaristía, antídoto de la avaricia y del egoísmo, y fuente de humildad y de comunión de bienes.  

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