Principal

Diario YA


 

No puede calificarse de tardío el reconocimiento universal a la obra

Reconomientos tardíos a la obra de Gabriel García Márquez

Manuel Parra Celaya. No puede calificarse de tardío el reconocimiento universal a la obra de Gabriel García Márquez, quien recibió merecidos laureles en vida por su aportación impresionante a la literatura hispánica; se ha ponderado su genialidad como escritor, como creador de mundos de ficción, como discípulo de Cervantes… Comparto plenamente los elogios vertidos, pero dejo para plumas más avezadas que la mía a la crítica literaria su ampliación. Su muerte me ha llevado a una reflexión que, si bien no puede considerarse original en absoluto, sí viene a cuento si establecemos una comparación de tono y de matiz con respecto a otros genios que nos dejaron. Me refiero al tratamiento de las facetas que llamaríamos extraliterarias en muchos escritores, soslayadas en unos casos, aplaudidas en otros, condenadas en no pocos. No hace falta remontarnos muchos siglos atrás para advertir los diferentes raseros, según sea el color ideológico del comentarista, su objetividad o, en muchos casos, su sectarismo; pensemos, en la Europa del siglo XX, qué se ha dicho de escritores como Ezra Pound, Drieu la Rochelle o Brasillac, en los que se anteponen sus preferencias políticas como simpatizantes del bando derrotado en la 2ª GM a sus méritos literarios: el resultante es la condena, sin más. Sin llegar a estos extremos y sin movernos de la Piel de Toro, tengo ante mí una reedición (2005) del libro “Anarquía o Jerarquía” de Salvador de Madariaga, de quien dice el autor del prólogo que “Hoy, prácticamente, nadie lo recuerda; y a los pocos que lo hacemos nos parece, no solo un pensador contradictorio, sino un escritor de muy segundo orden”. En fin, para gustos, colores, pero otros seguimos creyendo que las contradicciones de su obra -llamémosles así por no entrar dentro de lo políticamente correcto- no tienen por qué empañar los méritos de su pluma. Otros casos más sangrantes hemos tenido aun, en orden a esa censura post mortem de los oponentes, tanto en una acera como en la otra. Se me ocurre evocar el silencio en torno a escritores como Rafael García Serrano, José Mª Sánchez Silva, Luys Santa Marina, Agustín de Foxá (este último con homenaje prohibido expresamente en un local de Sevilla)…, incluso cineastas como José Luis Sáenz de Heredia. Tengo archivados los recortes de prensa de los escasos panegiristas que se atrevieron a ensalzar su obra técnicamente, siempre con el “pero” de su adscripción política; es curioso que, en todos ellos, el crítico añade que “sin embargo, su actitud siempre fue liberal con quienes no pensaban como él”, lo que nos invita a pensar que, evidentemente, existía más “liberalismo” entre los tildados de “fascismo” que en quienes no se quitaban de la boca su condición de “demócratas”. También es notorio que un servidor conoció la obra poética de Miguel Hernández en la prensa del Frente de Juventudes antes que en los manuales de Literatura de la Enseñanza Formal. Es, sin duda, un común denominador de los seres humanos el menosprecio en la vida y la alabanza en la muerte, pero, para mí, el hecho está más agravado entre nosotros los españoles; no sé si atribuirlo al manoseado cainismo, a la envidia o a la ignorancia. Lo peor es cuando las fobias y filias del color político interfieren de hoz y de coz en los justos homenajes de los hombres de letras. Menos mal que no ha sido el caso de Gabriel García Márquez, de quien se han solido soslayar sus “amistades peligrosas” y se ha valorado, especialmente, su buen hacer de escritor.

Etiquetas:Manuel Parra Celaya