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Diario YA


 

Laicistas amenazantes no respetan la libertad de los católicos

Reflexiones ante las protestas contra el viaje del Papa

Pedro Sáez Martínez de Ubago. En vísperas del tercer viaje de Benedicto XVI a España con motivo de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud, ya se alzan amenazantes los liberales del laicismo, del prohibido prohibir, del amor libre y toda clase de indignados marginales y antisistema, que se amparan en la libertad de expresión que nuestra constitución les otorga para propalar sus ideas, pero no reconocen la misma libertad a los que no pensamos como ellos. 

Así, sindicatos como la UGT han convocado una huelga de aeropuertos y metro para esos días. Del mismo modo, Europa Laica, presidida por Francisco Delgado, junto a Redes Cristianas o delegaciones de los indignados del 15-M, han promovido una marcha contra la visita de Benedicto XVI; han propuesto una moción municipal contra el apoyo institucional y los costes públicos de la visita papal, por lo que Delgado ha denominado "parafernalia institucional en torno a un evento de carácter privado"; y han pedido a  la Fiscalía General del Estado que esté atenta y actúe por posibles declaraciones de Sumo Pontífice.

Independientemente de que la imagen internacional que puede darse de España con una huelga así es todo lo contrario a la imagen de estabilidad que España necesita proyectar en la coyuntura actual y ya se han acreditado 4.500 periodistas de todo el mundo; Según Yago de la Cierva, director ejecutivo de la JMJ Madrid 2011, el evento costará entre 55 y 62 millones de euros, de los que el Estado no pondrá nada, y generará beneficios por valor de cien millones de euros.

Si entre los gastos se incluye el generado por la movilización de los 10.000 policías que atenderán la seguridad, quizá haya que pensar en manifestarse también contra los partidos de fútbol, dado que para la final celebrada en Valencia de la última copa del Rey hubo que movilizar unos 5.000, cuando el estadio de Mestalla sólo tiene capacidad para 55.000 espectadores.

Otra consideración que cabe hacer es que el Papa, además de cabeza de la Iglesia, es un jefe de Estado y posiblemente de un estado pequeño en extensión, pero equiparable en su influencia a las grandes potencias mundiales. ¿Cuánto costaron el verano pasado las vacaciones privadas de Michele Obama?

¿Cuánto las visitas privadas u oficiales de cualquier jefe de estado, incluyendo los preeminentes Evo Morales, Muamar el Gadafi o cualquier otro caciquillo petrolero?

Quizá conviniera recordar a todas estas asociaciones que España no es un estado laico sino aconfesional, donde el artículo 16 de la Constitución “garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la Ley”. Así como los millones de euros que, en la actual crisis la Iglesia está ahorrando al Estado con los albergues, centros de recogida y comedores sociales donde se da techo y alimento a los miles de españoles a quienes la buena gestión de estos años ha privado de ellos.

Por último no debe olvidarse que tanto Europa como España son realidades y comunidades de pueblos para cuya historia la Iglesia Católica es el hilo conductor;  y que el objetivo de estas jornadas, a las que asistirá más de un millón y medio de jóvenes de todo el mundo es reevangelizar el viejo mundo y reavivar la llama de la fe que le da sentido. En palabras del cardenal Rylko, Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, “Europa necesita reencontrar sus raíces cristianas y por ello nos hemos dado cita en la capital de España". ¿No es demasiada casualidad que el nuestro sea el país más visitado por los dos últimos papas? Seguro que alguna razón habrá para ello.

Desde el punto el punto de vista de quien escribe esto, que estuvo aquel 3 de noviembre de 1982 en el encuentro del Papa con los jóvenes de España en el Estadio Santiago Bernabeu y también asistió en Roma el 15 de abril de 1984, domingo de Ramos, al Giubileo dei Giovani, promovido por Juan Pablo II en el año santo extraordinario de la redención, evento de cuya experiencia surgió la idea de estas Jornadas Mundiales de la Juventud, las protestas, recelos, amenazas y voceríos de estos colectivos no son si no un reflejo de la envidia o la impotencia de los perros del poema Labrador de Goethe: “sus estridentes ladridos sólo son señal de que cabalgamos”.