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Diario YA


 

Con un gobierno muy débil

Señor Mas, no nos toque las narices a los españoles

Miguel Massanet Bosch

“La revolución es una época para histriones. Todos los gritos sirven, todas las necedades tienen valor y todos los pedantes alcanzan un pedestal…” Esta frase la dejó plasmada el insigne Pío Baroja en su obra “Las veleidades de la fortuna”. Ni que decir tiene que hoy en día tiene plena vigencia si es que queremos aplicarla a esta pléyade de independentistas que, en el momento menos oportuno para España y aprovechando la debilidad del gobierno para enfrentarse a él. Claro que nadie debe de llamarse a engaño ni rasgarse las vestiduras de que el nacionalismo independentista catalán se muestre en estos días intratable y despótico, cuando se lo lleva consintiendo y mimando desde que el PSOE subió al poder, con el señor Rodríguez Zapatero, y se dio cuenta de que, para poder gobernar, necesitaba el apoyo de los nacionalismos (CC, PNV y CIU). De ahí arrancan todos los males que le han venido aconteciendo a España durante los siete últimos años. se añade el haberse aliado y pactado con aquellos cuyo empeño más conocido consiste en despreciar a España, aprovecharse de ella cuanto puedan, e ir dando pasos hacia su máxima aspiración que consiste en lograr su independencia.

Así las cosas, cuando se ha aprobado un Estatuto catalán en el que el Estado español se ha bajado los pantalones para ceder en todo lo que los catalanes le han exigido; cuando se ha transigido con todas las peticiones egoístas del gobierno catalán ( la Generalidad), en orden a conseguir apoyos económicos, cesiones y traspasos de competencias, y beneficios adicionales que, sin embargo, les han sido negados al resto de comunidades; resulta lógico que, cuando se intenta tirar de la cuerda; volver las cosas al punto de donde nunca se debieran de haber apartado; recobrar la autoridad de Estado sobre todas la regiones de España y aplicar el mandato constitucional, para intentar poner orden en este país, tan maltratado por la crisis y tan afectado por la losa que representa el tener casi cinco millones de parados, a los que es preciso dedicar una tajada importante de nuestro presupuesto nacional para que no se mueran de hambre; estos consentidos se solivianten, se encabriten y saquen las uñas, cuando piensan que se les van a recortar competencias o se les va a obligar a ajustarse los cinturones, algo que, por supuesto, no entra dentro de sus planes ni favorece el reconocimiento de sus proyectos separatistas.

Todo forma parte de un proyecto fracasado del PSOE, que viene haciendo aguas, del que, por mucho que intente negarlo y declarase ajeno a él, el señor Rubalcaba no puede despegarse, pretendiendo presentarse como un político sin responsabilidad alguna en lo ocurrido en los casi ocho años de gobierno socialista. Nadie, en su justo juicio, puede olvidarse de que ha formado parte, ocupando un lugar importante, del Ejecutivo socialista y de que ha estado en el Gobierno durante el mismo tiempo que su jefe, Rodríguez Zapatero, ha ocupado la presidencia del Gobierno. Un proyecto perfectamente trazado, en el que ya, en el pacto del Tinell, se trazaron sus principales líneas, comenzando por aislar al partido de la oposición, marginarlo de todo acuerdo y condenándolo al ostracismo, tanto en las decisiones del Ejecutivo como en los acuerdos de las dos cámaras, Parlamento y Senado, en las que, las mayorías de los parlamentarios y senadores del PSOE y los partidos nacionalistas siempre han impedido que las frecuentes y numerosas propuestas del PP hayan salido adelante.

Una confabulación para que, pasando por alto la Constitución, permitir a los nacionalismos progresar en sus aspiraciones independentistas a cambio de que apoyar al Gobierno en el Parlamento, para que pudiera sacar de él leyes tan absurdas e inmorales como la ley del aborto, la Enseñanza para la Ciudadanía, el Estatut catalán, la absurda ley de paridad, el matrimonio de homosexuales y lesbianas etc. Se derogaron leyes tan importantes como el Plan Hidrológico Nacional en favor de la construcción de desalinizadoras (caras y de costoso mantenimiento) y se ha permitido que se suprimiera el antiguo Plan de Estabilización Presupuestaria del PP, de modo que cada autonomía pudiera hacer de su capa un sayo con sus gastos, su endeudamiento, sus impuestos y tributos y su déficit. Ahora la UE nos ha obligado a poner coto a tales desmanes y ello a través de una modificación de la Constitución, al galope, sin tiempo para pensar y tomar las medidas adecuadas para hacerla con sosiego y, a mi modesto entender, mucho más amplia y tajante. Lo que parece que no entienden algunas autonomías es que, la principal preocupación de los inversores, no es tanto la abultada deuda del Estado, como los endeudamientos de los bancos privados y las comunidades autónomas, cuya solvencia no parece convencer a quienes nos vigilan desde fuera del país. Ahora, cuando la soga aprieta, se les llama especuladores y antes, simplemente, inversores que ayudaban a capitalizar a nuestras empresas para que pudieran funcionar.

Escuchamos al señor Mas hablar de que se les tocan las narices a los catalanes cuando se le pide que cumpla una sentencia del TSJC sobre el derecho de los jóvenes a recibir enseñanza en castellano, cuando lo pidan; o nos llevamos las manos a la cabeza al ver como, un impresentable PSC, con el señor Montilla al frente, hace piña con sus adversarios para defender una postura que representa la negación absoluta del Estado de Derecho en nuestra nación; nos preguntamos: ¿Es que, un ciudadano de a pie, puede negarse a cumplir las sentencias judiciales? Si lo hace la policía se ocupa de hacer que se someta a ellas y, por añadidura se le sanciona por oponerse a la Justicia. O, ¿es posible que la señora Chacón, una ministra del gobierno español, defienda la exclusión del bilingüismo en Catalunya?, ¿acaso el ser ministra le permite saltarse las leyes y las sentencias de los tribunales? ¿Dónde están estos fiscales, que tan eficaces se muestran cuando se trata de perseguir a los del PP cuando huelen que puedan haber delinquido y, no obstante, tan remisos, pusilánimes y mojigatos aparecen cuando se trata de sancionar delitos tan graves como los de apología del separatismo o el de traición a la patria?

Aquí, cuando se trata de “peces gordos” nunca pasa nada y nadie se atreve a actuar contra ellos ¿qué hay del caso Faisán y del señor Rubalcaba? Los fiscales, en lugar de cooperar, se están dedicando a poner todos los obstáculos para que el proceso prosiga, con todas sus consecuencias. ¡Un delito de colaboración con banda armada al que se pretende darle carpetazo! Pero si fue el mismo ZP quien, cuando el TC falló sobre el Estatut catalán, declarando inconstitucionales 15 de sus artículos y revisables otros 27, tranquilizó al Gobern catalán diciéndoles que ya se encontrarían medios para evitar que se cumpliera la resolución del Alto Tribunal. Ahora el mismo el Gobierno de la nación, ante el fallo de TSJC, ha vuelto a tranquilizar a los catalanes minimizando la trascendencia del fallo, por el que se dan dos meses para que se solucione el tema de la enseñanza bilingüe, quitándole importancia y poniéndose del lado de aquellos que se han manifestado dispuestos a incumplirlo. Y, para colmo, el senador republicano catalán, Miquel Bofill, no tuvo inconveniente en acabar de indignarnos al decir: “Catalunya no cabe en la Constitución. Los catalanes tienen que saltar el muro constitucional”. En fin, una España irreconocible al borde del desastre. O esta es mi impresión como español.