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Diario YA


 

solicitar el apoyo del tovarich Putin y, a cambio, ofrecerle la instalación de bases rusas en Barcelona

Señor Mas, en Rusia está la solución

Manuel Parra Celaya. No sé qué personaje ucraniano (pro-ruso, evidentemente) ha propuesto el modelo de estrategia empleado en Crimea para solucionar el problema de las consultas-referéndums de Escocia y Cataluña. Con ello, me ha inspirado una idea que, desde estas páginas de DIARIO YA (que seguro que lee puntualmente el President de la Generalitat), le brindo al Sr. Mas, mesías de la Cataluña irredenta. Del enemigo, el consejo.
 La propuesta en cuestión –extendida, cómo no, a la señora Carme Forcadell, al señor Junqueras y a demás hermanos mártires- consiste en solicitar el apoyo del tovarich Putin y, a cambio, ofrecerle la instalación de bases rusas cercanas a los puertos de Barcelona, Tarragona, Mataró y Sant Feliu de Guixols, con lo que las ansias históricas de Rusia por el Mediterráneo tendrían cumplida satisfacción, con el consiguiente enojo de Grecia y Turquía. Estoy seguro que, con el apoyo del Oso Ruso, nadie en Europa –y, mucho menos, en la España de Don Tancredo- se atrevería a rechistar. La estelada podría ondear, triunfante, junto a la enseña rusa, y aquí paz (es un decir) y después gloria.
 Además, esta hábil maniobra que sugiero cuenta con un glorioso precedente histórico, que podría añadirse a la larga lista de la mitología nacionalista: el Sr. Lluis Companys -ilustre antecesor del Sr. Mas- hizo muy buenas migas con el Cónsul General de la (entonces) U.R.S.S., Vladimir Ovseenko, y con otros consejeros soviéticos durante las jornadas de nuestra guerra civil. El Cónsul General y su personal se instalaron en el Hotel Majestic, primero, para trasladarse luego a la residencia expropiada a la familia del Dr. Andreu en la Avenida del Tibidabo; malas lenguas aseguran que este consulado estaba comunicado por medio de un túnel con la cheka de La Tamarita, centro de detención y tortura de muchos catalanes, próxima a la residencia incautada; pero esos son minucias, que no deberían figurar en lugar alguno por mor de la Ley de Memoria Histórica.
 Habría que advertir de todas formas al futuro Cónsul General del Sr. Putin en la Cataluña soberana que midiera sus pasos, para no terminar como su antecesor Ovseenko, que fue fusilado al regresar a Rusia en 1938, quizás por el gafe de que fue objeto por la Generalitat; otra minucia que debe ser silenciada en su momento.
 Claro que, si el Sr. Mas pone en práctica la idea que le ofrezco, debe cuidar de no incomodar con ella a sus otros aliados del mundo islámico, quienes fueron invitados, por cierto, en una reunión de imanes en el Parlament, a llenar Cataluña de mezquitas, o, como afirmó con rotundidad el Sr. Àngel Colom, “si Barcelona quiere convertirse en la capital del Mediterráneo, debe tener en cuenta que la religión mayoritaria en la región es el Islam. Tarde o temprano habrá que construir una gran mezquita, emblemática y bonita, de la que todos podamos sentir orgullosos”.
 Mucho cuidado, pues, con las relaciones internacionales. Me temo que el Sr. Mas habrá de elegir entre mi sugerencia o la del Sr. Colom. En uno u otro caso, el porvenir hacia la independencia catalana está asegurado. Tanto, por lo menos, como en el siglo XVII, cuando el Rdo. Pau Claris vendió Cataluña a Richelieu, hasta que los catalanes se hartaron de tantas gilipolleces y recordaron felizmente –y de forma contundente, por cierto- que siempre habían sido españoles.

                                                          MANUEL PARRA CELAYA
 

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