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Diario YA


 

Cartas al Director

The real deal

Javier Tomás Rodríguez. Hacía quince años que no oía a nadie hablar de Michael Jackson. Pertenezco a ese grupo, sospecho que bastante numeroso, que se quedó estancado en el “Dangerous”. Sin embargo en el Facebook la mitad de mis amigos, doscientos treinta y cuatro y creciendo, ha escrito alguna condolencia en su estatus, ha colgado vídeos del Peter Pan de Neverland o se ha hecho miembro de grupos tipo “R.I.P Michael Jackson (We Miss You)”.

En España vivimos recientemente un fenómeno parecido con el sensible deceso de Antonio Vega. No había pasado ni media hora de la notificación oficial de su fallecimiento y el Facebook ya estaba plagado de toda suerte de comentarios lacrimógenos. Esa misma noche una multitud, la misma que hacía mutis por el foro en sus conciertos, hizo cola para velar su cuerpo en la sede de la SGAE. A la misma hora, unas calles más allá, en el corazón de Malasaña, cientos de personas se agolpaban a la puerta del Penta, el garito que ese chico triste y solitario inmortalizó en la “Chica de ayer”

Por eso ahora quiero rendir homenaje a la figura de Robert Gordon. No quiero esperarme a que la espiche para proclamar públicamente mi admiración por él. El chico de Maryland decidió hacerse rockabilly a los nueve años, tras escuchar a Elvis por la radio. El “Heartbreak Hotel” fue una auténtica revelación y acabaría convirtiendo al rock and roll en la vocación de toda una vida. Pudiendo haberse permitido llevar una vida acomodada, su padre trabajaba para el gobierno, eligió entregarse a un estilo que se encontraba en franco retroceso en la década de los 60 y 70. Pero él ahí siguió, erre que erre, pasando tres kilos de las modas del momento y dedicándose a hacer rock and roll de corte clásico. La muerte de Elvis generaría un revival por los cincuenta que a él le vino de perlas; llevaba años currándose la imagen de heredero directo y, si bien es cierto que el lustro de 1978 a 1983 fue especialmente propicio para el género que defendía, también es verdad que el cumplió su parte sacando dos discos memorables; "Rockabilly boogie" y "Are you gonna be the one?" Después de ese impasse de cinco años el rockabilly regresó a las catacumbas. Desde mediados de los 80, Robert Gordon ha tenido que lidiar con toda suerte de desgracias personales. Entre otras el suicidio de su guitarrista, la muerte de su batería, el fallecimiento de su hijo o el estar a punto de ser asesinado durante un atraco en Nueva York. Debido a estos reveses acabó abusando de ciertas sustancias más de lo debido pero quien esté libre de culpa que tire la primera piedra. Nunca ha dejado de hacer discos, el último del año pasado, pero sí ha ido espaciando sus actuaciones en directo. La influencia de canciones como “Red Cadillac and Black Moustache”, “Rock Billy Boogie” o “It´s only make believe” en grupos como los Stray Cats es notable y, a los testimonios fotográficos me remito, para argumentar que Loquillo es del todo punto inexplicable sin la existencia de este tipo de quien Jerry Lee Lewis dijo; “He´s the real deal”.

En Facebook somos ciento cuarenta los fans de Robert Gordon. Veremos el día que la palme.