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Diario YA


 

'Antiguos poemas irlandeses’ y ‘Canciones gaélicas'

Un hombre tranquilo

Por Euleon. Antonio Rivero Taravillo -escritor, traductor, ensayista y poeta- es autor de las antologías 'Antiguos poemas irlandeses’ y ‘Canciones gaélicas'. En 2005 coordinó el volumen 'Cien años y un día: Ulises y el Bloomsday'. Ha traducido a autores como Pound, Tennyson, Graves, Shakespeare, Marlowe, Keats, Donne, Melville y Poe entre otros. Asimismo es autor de varios libros de viaje y de tres poemarios: 'Farewell to Poesy', 'El árbol de la vida' y ‘Lejos’, de los ensayos 'Con otro acento. Divagaciones sobre el Cernuda inglés' y 'Los siglos de la luz: héroes, mitos y leyendas en la épica y la lírica medieval' y de la biografía 'Luis Cernuda. Años españoles (1902-1938)'.

Entre otros reconocimientos, Rivero Taravillo ha sido galardonado en 2005 con el Premio Andaluz a la Traducción Literaria y con el Premio Archivo Hispalense. Su biografía sobre Luis Cernuda obtuvo el XX Premio Comillas, concedido por la editorial Tusquets.

Actualmente es doble noticia, tanto por la publicación de la segunda parte de la biografía de Cernuda, ‘Luis Cernuda. Años de exilio (19381-963), de la editorial Tusquets, como de la publicación bajo su dirección en la editorial Paréntesis de ‘La economía fingida’ del profesor universitario hispalense Jose Manuel Cansino.

-Celtista, fordiano, viajero impenitente, poeta intimista... ¿seguro que usted es sevillano?

-Sí, lo soy de adopción. Nací en Melilla, pero esa circunstancia parece una errata, pues resido en Sevilla desde siempre. Soy sevillano ajeno a los estereotipos, como por otra parte lo han sido y lo son muchos paisanos que se empeñan en nadar contra corriente.

-Sabrá entonces que Sevilla no suele ser generosa con los discrepantes en el estereotipo...

-Sí, pero sería contribuir al ombliguismo de Sevilla dar a entender que en esto la ciudad es una excepción.
Sucede con muchos otros lugares con personalidad marcada. Dicho lo cual, podríamos decir que, a pesar de ese "aire de Roma andaluza" (expresión de Federico García Lorca que retomó Aquilino Duque), Sevilla hace lo contrario que los romanos con los asesinos de Viriato. Frente al "Roma no paga traidores", el "Sevilla paga mal a quienes más la aman" (y el amor nunca puede ser conforme, resignado, acrítico).

-Usted ha tratado con brillantez el ensayo, la poesía, la traducción y la biografía. Dígame una cosa, ¿para cuándo la novela? ¿No se encuentra cómodo en la ficción?

-Tengo una colección de relatos muy breves surgidos antes de que se pusiera de modo el microrrelato, pero tiene muchos componentes poéticos. Los di en mi blog (http://fuegoconnieve.blogspot.com) y creo que se publicarán en libro el año que viene, si no antes. Son ficción, como por otra parte lo son muchos poemas. Dudo que alguna vez incursione en la novela, no me veo llamado por ese género que admiro como lector.

-Pound, Melville el mismo Cernuda…parece tener una fijación por  los autores atormentados…
-Casi todos los autores que valen la pena tiene una pulsión, un conflicto del que surge su obra. La comodidad y el conformismo pueden brindar cuidadas páginas de bellas letras, pero la literatura es otra cosa, y la poesía lírica desde luego nace de la insatisfacción, de algo que no está colmado, de la pérdida. Admiro a Pound porque en pleno siglo XX, a quién se le ocurre, se embarcó en un largo poema épico (y didáctico, y con intensos ramalazos líricos): los ‘Cantos’ (con título que él quiso así, en español). ¿Estaba loco? Yo creo que confirma en su persona, encarnándola, la identificación popular del poeta con el loco, es decir, aquel cuyo pensamiento o conciencia no son asimilables por la mayoría.
-¿Existe, para usted, una lírica del fracaso? Me refiero a su predilección por aquellos tipos que embisten molinos de viento al galope.
-Existe una predilección moderna por el antihéroe, por el perdedor. Pero eso es en realidad algo muy antiguo: suele haber más grandeza en la derrota, y si esta es heroica frente a un triunfo sin alas, más aún. En esto participo de la estética de los antiguos celtas, que tienen una especie de mística del fracaso. Hay arquetipos que perduran: en el siglo VI, Aneirin canta a una expedición de britones contra anglosajones; en el XIX, Tennyson hace lo mismo con la Brigada Ligera en Balaclava. En ambos casos murieron trescientos héroes. A ambos contingentes los recordamos en los poemas que les fueron dedicados.
-Antes hablábamos de la ingratitud de Sevilla con ciertos autores como Chaves Nogales o Cernuda,... ¿teme no ser reconocido alguna vez en su propia casa? Se lo pregunto porque no parece buscar el camino del éxito masivo en su carrera literaria.
-El éxito, como el fracaso, es algo relativo. Para mí lo más importante es la poesía (mis propios versos, y la mayoría de mis traducciones, la biografía de Cernuda, muchas páginas críticas o ensayísticas que he escrito giran sobre ella). Y la poesía, que es una riqueza para el hombre, sólo proporciona pobreza en la sociedad, según los parámetros de triunfo y éxito comúnmente aceptados. Todo animal, toda especie, se adapta al medio y sobrevive. Sólo el ser humano es un inadaptado perpetuo. Un escritor de verdad es algo que va contra la naturaleza y contra la lectura de esta que hizo el señor Darwin: prefiere la supervivencia de su obra a la suya propia, y en la medida en que menos halague a sus contemporáneos más posibilidades tendrá de que esto suceda, que la obra le sobreviva. Pero no nos pongamos estupendos: llevo la vida que he querido llevar.
- ¿Escribir e investigar sobre Cernuda le ha hecho evolucionar como poeta hacia un sitio diferente al que, en caso de no haberlo hecho, habría ido?
-Creo que no. Muchas veces sucede que los autores con los que uno tiene más afinidad no han influido directamente en uno sino que se comparte con ellos unas lecturas, unos gustos, una misma frecuencia de onda. A Cernuda le interesó la poesía inglesa, que pudo conocer bien durante su estancia en Gran Bretaña. A mí también, así como lo elegiaco, registro en el que él sobresalió como pocos.

-Hábleme de la relación de Cernuda con Sevilla,  ¿Cómo veía Cernuda a Sevilla realmente?

-Como a una amada (o en su caso más ajustado sería decir amado) que lo rechazó. En primer lugar, hay un idilio, y esto se ve perfectamente en ‘Ocnos’. Luego el poeta se asfixia en el estrecho mundo local y lo que fue el escenario de su infancia y juventud se convierte en un lugar en el que no se siente encajar: se distancia de los poetas del grupo Mediodía y al final de sus días en la ciudad solo tiene trato con otro raro, Fernando Villalón. En el exilio la vio con nostalgia, pero siempre quiso subrayar que no era tanta la añoranza y junto a los poemas más evocativos quiso dejar otros más críticos con su patria chica y con la más ancha, España.

-Sostiene Fernando Iwasaki que Cernuda no disfrutó de la popularidad de Bécquer,ni de las simpatías de Antonio Machado, de Aleixandre o de Romero Murube, pero quizás es el poeta sevillano al que más han admirado en público y en privado los poetas y escritores de Sevilla. ¿Está de acuerdo con él? ¿Cree que Cernuda es más un autor de autores que de lectores?

-Cernuda es, efectivamente, muy admirado por los poetas. Unos prefieren su época surrealista, otros la del exilio, pero es raro encontrar un poeta de las últimas generaciones que no lo tenga en alta consideración. Ahora, Cernuda no provoca la simpatía de otro poetas porque él mismo fue a menudo esquivo y poco contemporizador. Sin embargo, recuerdo que se vendieron, solo en Sevilla, miles de ejemplares de ‘Ocnos’ junto con ‘Variaciones sobre tema mexicano’ en la muy hermosa edición que vio la luz con motivo de su centenario.

-Preciosa edición, en efecto. Cambiando de tercio, ¿no ve una situación esquizofrénica su dualidad autor-editor? ¿Podría llegar a ser un trastorno bipolar en su caso?

-No, qué va. Nada de bipolar. Tripolar o multipolar, en todo caso. Porque además soy traductor, y he dirigido revistas, y he sido librero diecisiete años. En una faceta u otra, vivo de los libros, propios y ajenos, desde hace mucho. Y vivo para ellos. Lo dicho: nada de esquizofrénico; privilegiado, sí.

-En una coyuntura como la actual usted no ha cedido a lo comercial en su faceta como editor ¿tiene problemas en mantener la actual línea editorial de calidad en Paréntesis?

-No es fácil conjugar la calidad con la viabilidad económica, pero lo intentamos. A la larga, lo bueno vende, aunque sea para cubrir gastos. Estoy muy orgulloso de haber podido dar la oportunidad de publicar a autores noveles y a otros ya consolidados pero que no aspiran (o no solamente) al gran público. Y de haber recuperado títulos de Cunqueiro, Foxá, Gil-Albert, Martí o Duque.

-Desde luego leyendo ‘La economía fingida’ del profesor Cansino, dan ganas de alejarse de la realidad y volver a la lírica, a la poesía, ¿no cree?

-La economía fingida pertenece a la colección de no ficción de Paréntesis, aunque me gustaría que fuera ficción lo que retrata. Es un muy didáctico y ameno análisis de cómo hemos llegado a la presente situación, que padecemos por una culpa repartida entre los que se han endeudado irresponsablemente y los nuevos prestamistas sin escrúpulos. Lo bueno es que el libro de Cansino aporta algunas pistas acerca de cómo corregir la situación.

-Si el vídeo mató a la estrella de la radio, ¿no le parece que internet ha hecho lo mismo con los escritores de viajes?

-Sí y no. Internet ayuda a documentarse y preparar el viaje, pero lo que un autor de literatura de viajes hace no es revelar sus fotografías del natural, sino utilizar el filtro de su sensibilidad, los focos de su interés. La literatura de viajes no tiene nada que ver con las guías turísticas.
 

-Sea sincero ahora que no nos lee nadie ¿qué daría por tomarse una pinta de Guinness con John Wayne en la taberna de Donovan? ¿O prefiere una caña de manzanilla en una tasca del centro de Sevilla?
 

-Daría el alma. Afortunadamente, la bebida me sienta mal (si no, no sé qué sería de mí) y sólo tengo tolerancia a esa marca de cerveza negra que usted menciona. Y ya que también saca a relucir ‘La taberna del irlandés’, le diré que peregriné a la taberna de Pat Cohan en el pueblecito irlandés de Cong, donde Ford y Wayne rodaron ‘El hombre tranquilo’. Naturalmente, brindé por Maureen O'Hara. No soy mucho de manzanilla, salvo cuando voy a la otra parte del mundo según Villalón: Cádiz.