Principal

Diario YA


 

El Tea Party y España

Un viento fresco del Oeste que remueva las brasas de nuestra historia

José Luis Orella. Los recientes triunfos del tea party están provocando opiniones contrastadas en nuestro país. No cabe duda que es un movimiento ciudadano ha tener en cuenta, y que nace en una sociedad típicamente norteamericana, hija de una revolución, basada en el consenso de su ciudadanía, el respeto a su pluralidad y muy sensible al protagonismo del Estado federal. Una sociedad nacida dentro de principios cristianos protestantes, que tuvieron que tomarse su tiempo en aceptar a los católicos (irlandeses e italianos), anteriores al furor secularizador de la revolución francesa, que ha marcado a la sociedad gala de una forma totalmente diferente.

Lo positivo del te party es que ha sabido aprovechar la nueva sociedad de la información y sus redes sociales para poder organizar por todo el país, un movimiento basado en diferentes grupos defensores de los principios innegociables. Aquella mayoría social anónima y silenciosa, ha tomado la decisión de mostrar su fuerza, no ser un soporte pasivo de los candidatos republicanos, sino disponerse a conformar una tercera fuerza. Ese momento podría ser un hecho histórico dentro del sistema político norteamericano aferrado al bipartidismo. Un movimiento social ciudadano representativo de las tradiciones profundas de libertad, principios cristianos y subsidiariedad típicas de la sociedad de frontera norteamericana.

Pero ese dinamismo fresco, que se desarrolla en el ámbito estadounidense,¿puede desarrollarse en un país como España?. Esa es la gran pregunta. Como historiador, no creo que en España pueda arraigarse con fuerza ninguna copia de fuera. Pero si debemos ser observadores del fenómeno. Nuestro país es una comunidad nacional histórica basada en una unidad espiritual, no étnica o lingüística única, forjada su fuerte personalidad durante siete siglos de dura lucha de Reconquista. Somos amantes de la libertad, representada en las cortes de León, de donde su ejemplo partió a Inglaterra, y de nuestras atávicas costumbres, convertidas en ley como fueros. Tenemos por tradición y carácter los elementos necesarios para ser una sociedad madura, responsable, defensora de principios básicos, como cuando la Escuela de Salamanca marcó en la defensa del indio: Vida, libertad y propiedad. No creo que haga falta recordar a comuneros o beamonteses, pero solo con el humanismo destilado de la sociedad católica de nuestro Siglo de oro, es suficiente simiente para sembrar un movimiento ciudadano similar, pero genuinamente español que defienda los principios innegociables en nuestra vida pública.