Principal

Diario YA


 

Lo nuevo y Dios

Una contradicción más, en una época de relativismo moral

Juan Manuel Alessón. No hay nada nuevo bajo el sol, y sin embargo... cuantos millones de cosas nuevas suceden cada día, como si fuera la primera vez que ocurriesen, cuando en realidad no son más que las cosas de siempre, repetidas de modos diferentes, una y otra vez. Si se contempla la realidad detenidamente, nada es nunca del todo nuevo... ni del todo viejo o antiguo. Cada cosa 'nueva' que acaece está irremediablemente unida a otra cosa que sucedió ya, no importa cuando. Es como si cada nuevo suceso no estuviera desprovisto de su correspondiente carga genética, igual que un niño al nacer. Si esto es así, uno se pregunta el porqué de esta fiebre por lo nuevo, por lo que se nos dice que es nuevo cuando, en realidad, todas y cada una de las cosas tienen implícitas su pasado. Se diría que cada vez que alguien vende el concepto 'nuevo' aplicado a algo, lo que hace es engañar, de algún modo, siendo consciente de ello o no. En definitiva, quieren hacer pensar que todo gira alrededor de lo nuevo cuando lo 'nuevo' no existe. Sí existe la novedad, lo recién hecho, lo que acaba de ocurrir, etc... Pero no lo nuevo. Porque, una vez más, como el Eclesiastés proclama desde hace milenios, no hay nada nuevo bajo el sol.

      Hay otra cuestión. Si fuéramos capaces de crear algo absolutamente nuevo, entonces nos estaríamos equiparando a Dios, que es Quien únicamente ha podido crear de la nada, conditio sine qua non para que algo nuevo vea la luz en este mundo. Pero ninguno de nosotros somos Dios. Lo que sí le interesa a muchos es que Dios no aparezca por ningún sitio, que no se hable de Él, que no exista. Ocultarlo detrás de slogans, de llamadas publicitarias, de ciertas noticias, de conceptos rabiosamente actuales. Ocultarlo detrás de todo 'lo nuevo', también, porque lo 'nuevo' está llamado a ser lo más, y se trata de que su aparición deba resultar tan cegadora como para que una persona, ante el altar de lo 'nuevo', llegue a 'desconectarse' de sí misma, que es lo mismo que desconectar de su yo superior. Y, finalmente, de Dios.

      Es una contradicción más, en una época de relativismo moral. Porque, cada día, los relativistas nos venden el valor de lo 'nuevo' como un absoluto. Pero ellos se han empeñado en que miremos hacia donde ellos quieren, para que entonces veamos lo que ellos quieren. Confieso que no hay nada como dejar de ver la televisión, aunque sólo sea una temporada.