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Diario YA


 

vivencias desde Medjugorje

Una sartén, una cama, una azada y un rosario

Javier Paredes

Me despedía de todos los lectores en el último artículo, antes de irme de vacaciones de verano. Ya he vuelto con más energías de las que me fui, hace ya un mes, a un pueblo de Castilla la mar de silencioso, y he podido descansar gracias a una fórmula mágica; durante todos estos días me he dedicado fundamentalmente a cuatro cosas, a saber: En primer lugar, a dormir hasta no poder más; en segundo lugar, a cuidar a nuestras tres hijas pequeñas a todo capricho porque para eso les he concedido recientemente  el título de “mis princesas”, lo que me exigía entre otras ocupaciones la de hacerles muchas noches unos huevos fritos, momento éste en el que siempre estallaba la bomba atómica de aceite que pringaba a lo grande las paredes y  las encimeras de la cocina, con el consiguiente abandono a mi suerte por parte de mi mujer, no por insolidaridad, sino por su instinto didáctico, empeñada como está en enseñarme –sin mucho éxito- que no debo malcriar a mis princesas y darles todos los caprichos que me pidan; en tercer lugar, me he deslomado arrancando las malas yerbas del jardín y cuidando mis veintisiete hortensias, y ya me empezaban a salir unas manazas de agricultor de subdesarrollo profundo, pero en pocos días han vuelto adquirir su primitivo aspecto y ya me caben los dedos en el teclado del ordenador; y en cuarto lugar, para recuperarme de toda esta actividad me refugiaba muchas veces en alguna sombra para rezar el rosario. Como se habrán dado cuenta, durante todo este mes ni me he conectado a Internet, ni leído un solo periódico, por lo que mi didáctica, que no insolidaria esposa, unos de los últimos días me dijo:

   - Cuando compres el pan, no te olvides de traer la prensa, que el papel de periódico es muy bueno para limpiar los cristales y quiero dejar la casa recogida.

Todos estos trabajos manuales me permitían volver con la cabeza a Medjugorje para recordar, en el sentido que Ortega le concedía a esta palabra: recordar –cor, cordis-, volver a pasar por el corazón lo que una vez ya estuvo en él. Aquí en Madrid, todas las tardes que puedo me conecto con la página http://www.centromedjugorje.org/ y sigo durante un rato en directo el rezo del rosario o la celebración de la Santa Misa. Pero como en aquel pueblo yo no tenía Internet y ni falta que me hacía, tenía que refugiarme en los recuerdos de mi viaje a Medjugorje. Algunos días incluso, como dicen ahora esos genios que estudian y se creen lo de las Ciencias de la Información, vivía el rosario de Medjugorje en tiempo real. Se lo explico. Como un buen amigo mío había ido allí con motivo de la peregrinación de la juventud, él y yo nos cruzábamos SMS de este tipo:

   - Ahora empiezo el rosario.
   - Nosotros aquí también.
   - Ya voy por el tercer misterio.
   - Nosotros por el segundo.
   - Claro, como cantáis…
   - Voy a ofrecer un misterio por los chicos que te acompañan.
   - Muchas gracias.
   - Dale un beso a todos los días a la Virgen de mi parte.
   - Así lo haré.
   - Si lo haces después de comulgar, seguro que la Virgen te lo devuelve, porque aunque seamos muy poca cosa, durante unos minutos, mientras no se destruyan las especies, tenemos a Jesús dentro de nosotros.

Y así, con estas cosas y otras, se me han ido pasando los días de vacaciones la mar de bien con estos cuatro elementos imprescindibles para mi descanso veraniego: una cama, una sartén, una azada y un rosario