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Diario YA


 

Una vida equilibrada

M.A. Gutiérrez.  Octavio Paz lo tenía muy claro cuando dijo “Hay Premios Nobel que no dudo que sean unas eminencias en sus materias, pero en el resto… son de una elementalidad y simplicidad pavorosas”.

Una característica de nuestra sociedad actual, es la gran cantidad de personas que orientan sus vidas de manera unidimensional. Así, encontramos con facilidad a personas que viven solo para el trabajo, a mujeres volcadas exclusivamente en el cuidado de los hijos, intelectuales enfrascados en el mundo de las ideas, deportistas obsesionados por batir marcas…
 
Sin embargo, la vida del ser humano es mucho más que el trabajo, el cuidado de los hijos, el cuidado del cuerpo, o el crecimiento intelectual, por interesantes que resulte cada una de estas ocupaciones.
 
Es necesario darse cuenta del gran poder de influencia de la sociedad en que vivimos, que termina por someternos a su orden y servicio en actividades frecuentemente unidimensionales. Nos induce a ocupaciones, proyectos y expectativas, no para elevarnos a una vida más noble y feliz, si no para conducirnos a una existencia mecánica y despersonalizada.
 
Frente a esta situación de desequilibrio, solo cabe proponer vivir la vida con una perspectiva global y tomar conciencia de que el ser humano es pluridimensional, es decir, entender la vida para poder vivirla equilibradamente.
 
Pero, este equilibrio, solo podrá conseguirse con paciencia y perseverancia, a través de una voluntad personal de reconstrucción o regeneración interna.
 
Las dimensiones humanas son cuatro: física, intelectual, emocional y espiritual. El equilibrio de la persona se consigue cuando atendemos a estas cuatro dimensiones, las desarrollamos y logramos que todas actúen simultáneamente en todo momento.
 
La vida equilibrada se parece mucho a la correcta elaboración de un plato de comida bien cocinado, tendremos éxito si sabemos disponer acertadamente de los ingredientes básicos (cuerpo, cabeza, corazón y espíritu).
 
Las cuatro dimensiones son independientes, y cada una de ellas requiere una atención específica, aunque las cuatro están íntimamente interrelacionadas y configuran una unidad.
 
Sería deseable dedicar un tiempo a cada dimensión y atender a cada una a su tiempo, para obtener el bienestar. 
 
El malestar surge allí donde hay desequilibrio. Del crecimiento conjunto de las cuatro dimensiones, brota el logro de una vida cotidiana con una mayor armonía y una fricción menor con nuestro mundo exterior, así como más paz y menos inquietud en nuestra vida interior.
 
La dimensión más importante de la persona es la espiritual, siendo precisamente y, por desgracia, la más abandonada en la actualidad. De la justa valoración y necesaria recuperación de esta dimensión líder, vendrá la regeneración de los individuos y las sociedades.
 
Los individuos deberían dedicar más tiempo a la buena lectura espiritual, a la meditación y a la oración. A partir de aquí, sí se puede conseguir vivir amando, ser feliz y hacer felices a los demás. No es fácil y requiere esfuerzo, pero como decía la Madre Teresa de Calcuta
 
La vida es una oportunidad, aprovéchala
La vida es belleza, admírala
La vida es un reto, afróntalo
La vida es un deber, cúmplelo
La vida es preciosa, cuídala
La vida es tristeza, supérala
La vida es amor, gózalo
La vida es tragedia, domínala,
La vida es la vida, defiéndela +