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Diario YA


 

De los juegos de mesa a los juegos de pantalla

Vídeojuegos educativos

Emma García

Cuando era pequeña no existían las consolas, la primera maquinita para jugar la tuve siendo adolescente y recuerdo que consistía en colocar un ladrillo sobre otro a toda velocidad. Tampoco había más de dos canales televisivos, y para echar el rato en familia jugábamos al parchís, al chinchón o al bingo. En ninguna navidad faltaba un nuevo juego de mesa de regalo. Hasta que llegó el famoso “tetris”, recuerdo que me tuvo enganchada durante todo un día. (gracias a ello creo que ahora se me da tan bien colocar los cacharros en el lavavajillas). Me pegué tal atracón a “videojugar” que no volví a hacerlo en años. Hasta el otro día que tuve que renovar mi carnet de conducir. Me tocó realizar un par de pruebas con un ordenador que medían mi capacidad de respuesta ante situaciones de peligro y mi habilidad para calcular el tiempo que tarda un objeto en recorrer cierta distancia.

La gran mayoría de los videojuegos tienen, además de entretener, una finalidad educativa. Y como tal están basados en ciertos valores y desarrollan ciertas habilidades en sus usuarios. Estoy convencida de que muchas de esas habilidades serán las competencias más necesarias en las profesiones y exigencias del futuro. Los padres y educadores seguimos pensando por regla general que los estudiantes tienen que pasar horas y horas entre libros para prepararse para el futuro. Cuando la realidad es que está demostrado que adquirir conocimientos no garantiza el aprendizaje, y que se retiene mucho mejor cuando nos divertimos. El déficit de atención o dificultad para concentrarse en un aula está cada vez más extendido. Es un problema que conozco bien a fondo, y sinceramente, no me extraña que a los alumnos les cueste tanto prestar atención. Sus cerebros se han desarrollado de forma muy diferente a como lo hicieron los de sus profesores y progenitores, debido en gran parte a la inmersión en el mundo tecnológico. Por tanto no es de extrañar que con los nativos digitales no funcionen los mismos sistemas educativos que con generaciones anteriores.

Los nativos digitales nacen en un mundo tecnológico, sus juegos ya no son de mesa, si no de pantalla. Hoy día la variedad y sofisticación de estos juegos es inmensa, y atraen tanto a niños, como a jóvenes y adultos. Así que también se puede jugar en familia, en pareja o solo. Inclusive puedes jugar en línea con otras personas que no conoces, lo que resulta sumamente extraño para los que nacimos en la era pre-digital.  Y esa extrañeza hace que pensemos que aquello que no hemos experimentado no es bueno para nuestros hijos. Tememos aquello que desconocemos. Para algunos padres y abuelos resulta sumamente complejo compartir ese tipo de juegos con los niños, y como los medios de comunicación han resaltado los aspectos negativos de esta tendencia dudamos de que tenga algo bueno. Entonces queremos controlar el tiempo que pasan jugando y en qué tipo de juego están invirtiendo ese tiempo. Por supuesto que está bien que seleccionemos a conciencia los videojuegos para nuestros hijos, sin embargo el control inhibe la experiencia del juego.