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Diario YA


 

Vender armas a Venezuela, ¿nos hemos vuelto locos?

Miguel Massanet Bosch.  El dramaturgo español del Siglo XVIII, Adelardo López de Alaya, académico de la lengua, uno de los firmantes del Manifiesto de Cádiz para destronar a Isabel II y, más tarde, nombrado ministro de Ultramar en el interregno de Amadeo I de Saboya. En su obra El Tanto por Ciento, una recreación crítica del mundo de las finanzas, encontramos la siguiente idea: “Una cosa es la amistad y, el negocio, es otra cosa”. Seguramente le hubiera sido muy útil a nuestro ministro de Defensa, señor Pedro Morenés, tomar ejemplo y atenerse a dicha frase antes de pronunciar, de una forma harto imprudente y fuera de lugar, aquella frase en la que el ministro calificaba al señor Chávez de Venezuela como “ gran amigo”, una metedura de pata que ha hecho chirriar los goznes de la diplomacia española y que ha llenado de asombro a la ciudadanía que, salvo en el sector progresista y filocomunista, todavía se acuerda de los improperios que el dictador  dedicó al Rey, a los españoles y a España entera.

Las formas en todo gobierno son importantes. El estar en el poder no libera a quienes lo ejercen de seguir unas determinadas pautas de conducta que, en las relaciones internacionales, deben ser extremadamente sensibles y cuidadosas para evitar cometer torpezas que puedan perjudicar el buen nombre de la nación, comprometer a otros estamentos del Estado y disgustar a quienes han sido los que los han votado, para que mantuvieran, durante su mandato, los principios y las orientaciones políticas que hicieron que fueran elegidos en lugar de otras formaciones de distinta ideología. No es raro que, la oposición venezolana, haya saltado airada en contra de este apoyo explícito (así ha sido interpretado por don Ramón José Medina, secretario ejecutivo del MUD, el partido que se enfrentará a Hugo Chávez, en los próximos comicios; que ha dicho de dichas declaraciones lo siguiente: “sólo confirman que, en política exterior, no existen aliados sino intereses”. No olvidemos que el mismo señor Rajoy había calificado al señor Chávez como “una de las amistades más peligrosas del señor Rodríguez Zapatero”.
 
Si los del mismo PP, en su día, criticaron al gobierno de ZP por haberle vendido al dictador venezolano, varias unidades navales de guerra; el que el gobierno español, ahora en manos de los populares, vuelva a las andadas y se contradiga a sí mismo intentando venderle material de guerra a Venezuela ( no olvidemos que, estas ventas, están vetadas por los EE.UU de América) para los cual parece ser que, hace  unos días,  llegó a Caracas una delegación de la sociedad Navantia para ofrecerle nuevos productos al Gobierno de Chávez. Si ya, de por sí, la venta de armas a países extranjeros no es una de las actividades económicas de las que más pueda “enorgullecerse” el Gobierno español es, sin duda, mucho peor ( aunque es evidente que es práctica corriente en todos los países del mundo) el hacerlo a naciones que están gobernadas por peligrosos dictadores, cuyo afán de poder y totalitarismo son bien conocidos; con ello se corre el peligro de que, en un momento dado, se pudieran utilizar contra países con los que nos unen secularmente buenos lazos de amistad.
 
En alguno de mis comentarios recientes me he quejado de esta pluralidad de declaraciones a la que son tan dados los ministros, que parecen empeñados en dar su propia opinión no sólo en temas que pudieran ser de su competencia, sino que en cuestiones generales o de otros ministerios que, en principio, deberían estar controlados directamente por el señor Rajoy o el mismo Consejo de Ministros. Así, para evitar mal entendidos, se debieran encauzar las informaciones a los ciudadanos a través de un solo portavoz del Gobierno, para así evitar esta costumbre de los ministros de dar versiones, en ocasiones contradictorias sobre un mismo asunto. En parte, para no dar la sensación a los españoles de una falta de sincronización en el Gobierno y, en parte, para evitar el mal efecto y la impresión de falta de acuerdo o discrepancia entre nuestros gobernantes, a todos aquellos países o estamentos comunitarios que, estos días de graves tensiones para España, están particularmente pendientes de todas la resoluciones y movimientos llevados a cabo por nuestro Ejecutivo.
 
No debemos olvidar que, el régimen de Venezuela, es uno de los que mejores relaciones mantiene con Fidel Castro, el dictador cubano que, a la vez es uno de los últimos reductos del comunismo, que han mamado de los antiguos miembros del Kremlin. Todos ellos forman parte, juntamente con Bolivia, Nicaragua, Ecuador y la Argentina de la peronista Kirshner, de este nuevo foco de inestabilidad instalado en América latina que, como se ha demostrado, se ha convertido en refugio de los terroristas de ETA y en un elemento de preocupación para el resto de países de la zona, que están expuestos a los caprichos, amenazas y afán expansionista de estos nuevos focos de contagio que amenazan sus fronteras. El contribuir a rearmar a estas naciones, aparte del peligro de enemistarnos con una nación de tanto poder como son los Estados Unidos de América, supone favorecer y darles medios a estas repúblicas, caracterizadas por su inestabilidad política y su poco respeto por las leyes internacionales, para ayudarles a vencer cualquier posible resistencia democrática que intentase recuperar los valores democráticos que fraudulentamente les fueron arrebatados.
 
No resulta, pues, nada extraño que, en este mismo afán de convertirse en una gran potencia militar de la zona, el gobierno del señor Chávez esté tratando con sus amigos de Moscú la adquisición de 35 de los últimos modelos de Sukhoi, un caza último modelo fabricado en la antigua Unión Soviética, un tipo de avión con tecnología de quinta generación y una operatividad de 6.000 horas o 30 años. ¿Para qué puede querer el señor Chávez un tipo de avión tan caro y moderno? Ellos afirman que “con carácter defensivo”; pero lo que no aparece claro es: ¿de quién precisan defenderse si, en la zona, no existe ningún otro país que constituya una amenaza para ellos; al contrario, en todo caso, los países amenazados, sin duda, serían los vecinos de tan belicoso militar?
 
Si, España, posee una industria de armas que tiene capacidad de construir y vender navíos de guerra y necesita de ella para contribuir a armar a nuestro reducido ejército y modernizar nuestro arsenal, no tenemos nada que objetar; si la producción de nuestras fábricas de armamento supera las necesidades de nuestro Ejército y, el sobrante, se vende a nuestros aliados de Europa u otros países democráticos, donde los derechos humanos son respetados, tendría un pase; pero que nos convirtamos en proveedores de armamento, de cualquier clase que sea, de dictadorzuelos, países embarcados en luchas tribales, dictaduras totalitarias o lugares en los que el terrorismo se ha convertido en asesino de personas inocentes, por supuesto que los que votamos al PP, los que mantenemos principios morales y éticos, los que defendemos los valores que nos fueron inculcados por nuestros mayores; no podemos aceptar de ningún modo el que, bajo mano, se degrade el honor de los españoles, se apoye a un sujeto que nos ha ofendido gravemente y que se le faciliten medios para que se pueda perpetuar en el poder, algo que, sin duda, intentará en el caso de que fuera vencido en los próximos comicios, en las urnas. O esta es, señores, mi opinión respeto a tal desagradable cuestión.