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Diario YA


 

“El efecto de toda civilización llevada al extremo es la sustitución del espíritu por la materia y de la idea por las cosas” T.Gautier.

Los grandes progresos de la civilización y sus costes accesorios

“El efecto de toda civilización llevada al extremo es la sustitución del espíritu por la materia y de la idea por las cosas” T.Gautier.

Miguel Massanet Bosch. Parece ser que existe un evidente  lazo de unión entre los adelantos que acompañan a toda civilización y los episodios dramáticos de las guerras que han precedido a cada salto uno de ellos. Da la sensación de que, la mente humana, cuando más se esfuerza y más resultados obtiene es cuando se ve enfrentada a un episodio bélico, en el cual se ve enfrentada a defender su propia supervivencia y la de los suyos. Si nos atenemos a lo sucedido en el siglo pasado resulta evidente que los esfuerzos que exigió, a las naciones beligerantes en la guerra de 1914 a 1918, el modernizar los medios de producción de armamento e ir perfeccionando la fabricación armas y sistemas de transporte; así como idear nuevas maquinarias para aumentar la producción de pertrechos de guerra, contribuyó a que las nuevas tecnologías se utilizaran también en tiempos de paz.

Así los automóviles, las lavadoras domésticas, los barcos de acero, la aviación civil y su expansión como medio de transporte, la medicina y especialmente la cirugía, fruto de la amplia experiencia que los millones de heridos les proporcionaron a los médicos militares, experimentaron adelantos que, si no se hubiera producido la guerra, seguramente hubieran estado décadas o muchos más años en alcanzar los progresos en el tratamiento de muchas enfermedades y procedimientos quirúrgicos que se pudieron utilizar gracias a las investigaciones realizadas por los  expertos durante los años de la contienda. La nueva República alemana que siguió a la huida del Kaiser a Holanda, negoció el armisticio de Compiegne, el 11 de noviembre de 1,918 con el que finalizó la contienda y empezó una nueva era de paz.

La otra cara de la moneda: los sufrimientos de la población civil y víctimas colaterales en los no combatientes, sometidos a las vicisitudes de una larga campaña y víctimas de las restricciones derivadas a la costosa economía de guerra a la que fueron sometidos. Las bajas entre los combatientes son el reflejo de las consecuencias del deliro bélico de los ejércitos combatientes: 4.396.000 muertos; 8.388.000 heridos y 3.629.000 desaparecidos, fue el coste humano que tuvieron los adelantos técnicos, médicos, organizativos y de toda clase, que se derivaron de tan sangrienta carnicería.

En cuanto a la II Guerra Mundial, que concluyó en 1.945 con los lanzamientos sobre Hiroshima y Nagasaki de sendas bombas atómicas, con cientos de miles de muertos y otros cientos de miles marcados por toda la vida con las consecuencias de la radiación radioactiva; se puede decir que, en cuanto a adelantos técnicos ( el más importante la obtención de energía radioactiva, más barata y útil que el resto de las conocidas hasta aquel momento), que afectaron a todas las industrias que habían contribuido, con sus productos e inventos, al desarrollo de la industria militar, el empuje que experimentó la economía norteamericana y la del resto de países occidentales fue tal que, tanto la aviación comercial como la militar y los experimentos espaciales tuvieron un auge que nunca se hubiera esperado. Aunque, como siempre, una parte importante de los adelantos científicos que se consiguieron con cohetes y fuera de la atmósfera terrestre, que tantos buenos resultados han conseguido y que tanto han repercutido en todos los aspectos civiles en los que se han podido implantar) se lograron gracias a la llamada Guerra Fría que, apenas concluida la guerra europea, se estableció entre occidente y la Unión Soviética, motivada, en gran parte, por la ocupación de Alemania del Este por los rusos, saltándose los tratados existentes al respecto.

El coste en víctimas, de esta segunda contienda mundial se ha estimado en unos 60 millones de personas entre combatientes y población civil ( en esta ocasión víctima de los bombardeos de la aviación y del nuevo sistema de guerra relámpago con empleo de armas de destrucción masiva) Una mortandad que bien se pudiera calificar como genocidio de la Humanidad y que, aunque la parte peor se la han llevado los alemanes, a causa de las atrocidades de los nazis; no se puede olvidar que los aliados bombardearon, masivamente, Berlín hasta que no quedó más que una ciudad arrasada y, en Japón, las víctimas de las bombas atómicas fueron incontables.

Las guerras, a partir del año 1.945 han seguido produciéndose, a menor escala pero sin solución de continuidad. Las armas se han perfeccionado hasta extremos inverosímiles y los adelantos que Internet, y todos los nuevos perfeccionamientos electrónicos y digitales, han producido para las nuevas generaciones, han sido tan extraordinarios y rápidos, que se puede decir que han conseguido dejar en la cuneta ( por fortuna no cadáveres) a más de una generación de ciudadanos, que ha sido incapaz de seguir la enorme evolución de estas técnicas novedosas, debido a que se puede decir que no pasa mes que no se modernicen, se renueven, aparezcan nuevos inventos y dejen obsoletos a los que apenas han transcurrido unos meses fueron novedades. La revolución es tal que los que en la actualidad, están en paro forzoso por circunstancias de la crisis, es muy posible que estén condenados a no trabajar nunca más debido a que las empresas van modernizando sus sistemas productivos, oficinas, transportes y almacenamiento, implantando ofimática o robótica en sustitución de empleo humano. Lo mismo ocurre en el campo de la medicina en el que robot sofisticados pueden realizar operaciones con más exactitud y seguridad que los propios cirujanos.

¿Cuáles van a ser los resultados de esta nueva batalla, incruenta pero de efectos difíciles de predecir? El científico inglés Stephen Hawkings, ha sido uno de estos favorecidos por los nuevos descubrimientos, que le han permitido seguir comunicándose con sus ayudantes, algo que hubiera sido imposible si los avances técnicos no hubieran llegado a poder captar los pensamientos de este hombre extraordinario que, en caso contrario, se hubiera quedado como Robinsón Crusoe, encerrado en la isla aislada de su propio cerebro. Este crak se ha referido a los robots, alertando de que puede surgir, en un momento dado, lo que Isaac Asimov denominó como “la revolución de los robots”, cuando se llegue a perfeccionar estas máquinas automáticas hasta el punto de que puedan rivalizar con un cerebro humano y, no se puede descartar, que lleguen a ser, incluso, más inteligentes. ¿Qué va a ocurrir con la gente que sobre? Si ahora ya nos espantamos porque, en España, tenemos a 5 millones de parados, ¿que pasaría si todos los abogados, los médicos, los soldados, los agricultores etc. llegaran a ser suplidos por máquinas tan perfeccionadas que, la labor de millones de hombres, la pudieran desempeñar, mejor, en menos tiempo y sin que fuera preciso cotizar por ellos para la Seguridad Social o el Seguro de Accidentes?

No son predicciones de Julio Verne, ni sueños ilusorios de videntes, no, señores, estamos ante realidades y, cada día que pasa, somos testigos de cómo los instrumentos electrónicos van superándose de modo que, los que ya tenemos más años de los que quisiéramos, nos sintamos desbordados y tengamos que empezar a pensar en que nuestro porvenir inmediato, seguramente, será el de dedicarnos a solucionar crucigramas. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como, sin guerras de por medio, también van a ser las máquinas las que nos van a sustituir en la cúspide de la pirámide pensante del planeta Tierra. ¡Hay que fastidiarse!
 

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