
Manuel Parra Celaya. Qué les voy a decir: no soy asiduo en absoluto de TV3, ni a muchas otras cadenas, (por no decir a ninguna), pero, en el caso concreto de la televisión autonómica -por referirme a ella con este eufemismo legal- el motivo es que se trata de un instrumento propagandístico esencial del nacionalismo separatista en Cataluña, y un servidor, como catalán -y, por tanto, español- lo rechaza de forma instintiva, moral y nacional.
Hice una excepción a causa del anuncio de fuertes lluvias y tormentas “en el este peninsular” (la palabra España no se menciona nunca en esa cadena) y quise conocer de cerca si debía desenfundar el paraguas en Barcelona; la cadena superó con mucho mis expectativas, pues me informó, no solo de la posibilidad de lluvia en mi ciudad y en mi Comunidad, sino de la previsión del tiempo en todos los “Països Catalans”, así como lo oyen.
El mapa de previsiones abarcaba, según su intención, lo que denominan “País Valencià”, pues nunca dicen Comunidad Valenciana (nombre oficial) y, mucho menos Reino de Valencia, que es su denominación histórica, “les Illes”, es decir, el archipiélago Balear, la “Catalunya Nord”, que comprende los territorios franceses y El Alguer, población italiana donde quedan restos de la lengua catalana, cuando pertenecía a la Corona de Aragón.
Pero, qué digo, eso de la Corona de Aragón es expresión tabú en los dominios separatistas; se concede, todo lo más, nombrar a una inexistente “Confederación catalano-aragonesa” que nunca tuvo lugar en la historia, y ese latiguillo irreal y mostrenco lo oímos constantemente en discursos políticos, en boca de tertulianos y en las homilías de algunas parroquias donde hay cierta dificultad en poner a Dios por encima del ensueño territorial del separatismo.
Me enteré, a tiro hecho, de que esos mapas del tiempo imperialistas ya eran moneda corriente en TV3, pues el invento data ya de cierto tiempo. A partir de ahora, me fiaré más de los dominios de la IA, a menudo errados, o de los pronósticos de otras cadenas que informen del tiempo en toda la geografía española.
Lo peor es que esa estafa de los “Països Catalans” llega a hacer mella en todo un marco social, y suele difundirse en otros ámbitos, empezando por las aulas, donde profesores, devenidos en comisarios políticos o intelectuales orgánicos, en terminología gramsciana, de la insolidaridad y la fobia antiespañola van repitiendo ese latiguillo falaz, que luego hallará su rúbrica cuando intenten enterarse del pronóstico del tiempo en TV3.
A todo esto, cuando se publiquen estas líneas, estaremos abocados a una fecha histórica, que suele pasar silenciada ante los grandes públicos por la cuenta que trae a los posibles informadores, no sea que algún avispado tenga la ocurrencia de profundizar en la historia; me refiero al 6 de octubre de 1934, cuando tuvo lugar en España un doble golpe de Estado contra la legalidad republicana de entonces.
Por una parte, lo instigó el PSOE, secundado por otros sectores de la izquierda (menos los anarcosindicalistas), y vino a representar, según historiadores fiables, el verdadero inicio de la Guerra Civil; especialmente, se cebó en Asturias, pero varios puntos de España vivieron también circunstancias dramáticas; Indalecio Prieto reconoció la paternidad socialista del golpe, y se arrepintió posteriormente, pero otros dirigentes lo consideraron como una gran efemérides, pues se trataba de luchar contra el fascismo (¿les suena el timito?) a causa de la entrada en el gobierno de tres ministros de la CEDA.
Aprovechando la coyuntura, Companys, en Cataluña, se sumó al golpismo ante unas masas enardecidas en la Plaza de San Jaime, y las radios de entonces no cesaban de clamar un “Catalans, a les armes!”, para desdecirse cuando las cañas se volvieron lanzas; como anécdota, los promotores del golpe separatista intentaron escapar por las alcantarillas…
El Ejército salió a la calle y entabló combate con los golpistas; allí murió “el heroico capitán Suárez “por disparos desde el palacio de la Generalidad (fue nombrado específicamente por José Antonio Primo de Rivera al hacer un balance de los hechos en el Parlamento). Los golpistas fueron frenados sin excesivos esfuerzos, y el presidente del Gobierno español, Alejando Lerroux, se apuntó un tanto al mantener la unidad de España.
Hoy en día, el separatismo no suele usar de la violencia bélica para imponerse; se comprobó hace ocho años, a pesar de que algunos personajes y personajillos de esa cuerda lamentaban públicamente “que no hubiera un muerto” para asegurar el triunfo del “procés”. Además, hoy en día, para qué usar del golpe de estado a la antigua usanza cuando están recibiendo todo tipo de beneplácitos desde el Gobierno Frankenstein de Sánchez…
Los tiempos han cambiado, y los golpes de Estado no se concretan en las calles, sino desde la manipulación de la Constitución, los apoyos parlamentarios, las concesiones al respecto, las audiencias que concede el prófugo de Waterloo y los silencios del TC. Y, sobre todo, desde la propaganda de los medios subvencionados con el dinero de todos los españoles, como es el caso que nos ocupa de TV3.