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Diario YA


 

Príncipes de la Iglesia de Cristo y hombres

Daniel Ponce Alegre. Teólogo y Antropólogo. Nos remontamos al año 2005, al mes de Enero, cuando en una cena de hermanos y amigos, se me plantea la posibilidad de colaborar en la Organización y Preparativos de la Visita del entonces Papa Juan Pablo II a Valencia con motivo del V Encuentro Mundial de la Familias.
Usando la expresión que se suele utilizar en estos casos: " Juan Pablo II, Karol, fue llamado a la Casa del Padre ".
Su sucesor fue Benedicto XVI, y por lo tanto fue él quien vino a Valencia para el VEMF.
Independientemente de estos cambios, yo seguía colaborando en dicha puesta a punto hasta que llegó el Día, aunque fueron tres los del VEMF y dos en los que estuvo el Papa en Valencia, y se produjo el Acto principal, la Misa de Benedicto XVI.
La foto que introduce y presenta este artículo es de unas horas antes, y en ella podemos ver a tres Cardenales muy queridos y admirados por mí y que con sus defectos no puede decirse que no sean " hombres de Iglesia ".
El primero y más querido por mí, para el que tuve el honor de trabajar junto con su Secretario, el Sacerdote y Doctor en Derecho y Teología D. Antonio Corbí Copoví, es el entonces Arzobispo de Valencia, y aún no Cardenal, el Excmo. y Rvdo. Sr. D. Agustín Garcia-Gasco y Vicente, un hombre de una profunda y global visión de la Iglesia Universal, que amaba profundamente Roma y las Instituciones Vaticanas, y que Dios nuestro Padre quiso llevarse cuando él estaba allí en la madrugada del día en que se iba a celebrar la Beatificación del Papa tan admirado y querido por él y por mí, Juan Pablo II.
El segundo es el Arzobispo de Madrid D. Antonio María Rouco Varela, íntimo amigo de D. Agustín, con una profunda sintonía, común visión de la Iglesia y de la forma de vivir en ella más allá de la propia diócesis.
Y el tercero, y no por ello menos importante, es el actual Arzobispo de Valencia, el Cardenal D. Antonio Cañizares Llovera, íntimo amigo de ambos, querido por los otros dos, pues así me consta personalmente de parte de D. Agustín, y con una visión de la Iglesia similar, en la que la Iglesia ha de ser ejemplo, modelo de santidad y de verdadera doctrina procedente de Cristo.
El Cardenal Cañizares está ya más de tres meses en la Archidiócesis de Valencia, Archidiócesis desde que era Papa Alejandro VI, Borgia, a finales del S. XV; aún no había declarado mi opinión sobre él desde que está en la Sede Valentina, y digo que me  recuerda en muchas ocasiones a D. Agustín, por supuesto no tiene su vigor, su fuerza y su estilo que en ocasiones causaban manifestaciones de las asociaciones de LGTB, lamba y sus secuaces, y que a mí me causaban más horas de trabajo, inquietudes y más atención hacia el Cardenal, lo que iba acrecentando mi cariño y admiración hacia él; pero el Cardenal Cañizares tiene la misma sólida formación, la misma determinación y el mismo amor a la Iglesia Universal como la Institución que debe ser: Santa, Fuerte en la Fe, Clara y anclada en Roma y fundamentada en Cristo, y no el el terruño local que es la diócesis.
No se aprecia la leyenda de su escudo episcopal pero dice: " Fiat voluntas tua ",  hágase tu voluntad, y esto puedo afirmar en este momento que hace con gran esfuerzo el Cardenal Cañizares, al que llegaré a apreciar cada vez más y para el que me pongo a su disposición, pues él lo está para Cristo, como lo estaba D. Agustín y lo está D. Antonio María.
Para concluir, enlazo estas palabras con las que eligió D. Agustín, mi maestro en cuestiones eclesiales, y quien me motivó a realizar mis estudios de teología, antropología y humanidades, en diferentes universidades e instituciones eclesiales y no, y a consagrarme al único Dios Verdadero mediante su Hijo, Jesucristo como Monje; tenía él en su escudo episcopal:
" In nomine tuo laxabo rete ", En tu nombre extiendo la red; y yo añadí: " et sunt eunuchi propter Regnum Coelorum ", y hay eunucos por causa del Reino de los Cielos.
Pido a Dios, mediante su Hijo Jesucristo, que siga promoviendo a algunos de estos pastores hasta su Vuelta con poder y gran gloria para juzgar a las 12 tribus de Israel y para que " halle la fe sobre la Tierra ".

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